Aviones rusos irrumpieron recientemente en el espacio aéreo de Polonia y Rumanía, probando la determinación de la OTAN en un contexto global cada vez más tenso. La escalada apunta a un conflicto mayor, esta vez en Asia, que podría superar la envergadura y peligrosidad de la guerra en Ucrania.
El 3 de septiembre, Pekín celebró un desfile militar masivo en la plaza Tiananmen para exhibir un arsenal impresionante. En el evento, las figuras de Vladimir Putin, Xi Jinping y Kim Jong-un caminaron juntos en señal de sólida alianza tripartita contra Occidente.
Esta coalición busca replicar y responder al apoyo occidental a Ucrania: mientras Europa financia y EE.UU. provee armamento a Kiev, Moscú recibe tropas y equipo de China y Corea del Norte a cambio de energía barata, con India y otros países colaborando marginalmente.
La simetría en la financiación prolonga indefinidamente el conflicto, como se observa en Ucrania. La clave para detener la guerra sería romper esta alianza financiera, uno de los objetivos tras el aumento de aranceles impuesto por Donald Trump a la India por compra de crudo ruso.
Trump presiona también a Europa para acabar antes de 2027 con su dependencia energética rusa, y propone llevar los aranceles a un 100% para importaciones chinas de petróleo ruso, buscando aislar Pekín y debilitar su capacidad bélica futura.
El interés fundamental de Xi Jinping en apoyar a Rusia es asegurar reciprocidad si China invade Taiwán, cuya estabilidad es vital por su control de cerca del 90% del mercado global de semiconductores de alta gama y su rol clave en la tecnología mundial.
Un conflicto abierto en Taiwán no solo sería geográficamente limitado al estrecho sino un choque económico y tecnológico global de magnitudes superlativas. Bloomberg Economics calcula que el costo de una guerra a gran escala podría triplicar los 3,5% del PIB mundial perdidos hasta ahora en Ucrania, alcanzando 10 billones de dólares.
Ante esta amenaza, EE.UU. ha comenzado a fortalecer su postura: el presupuesto de defensa 2026 de su Senado destina 1.500 millones de dólares para la Iniciativa de Seguridad Indo-Pacífico, y la Cámara aprueba 500 millones para Taiwán. También hubo reuniones estratégicas entre altos mandos taiwaneses y estadounidenses en Alaska justo antes del desfile chino.
La administración Trump apuesta a una estrategia firme que incluye reforzar a Europa y a aliados clave en Asia (Japón, Corea del Sur, Taiwán, Australia) mientras revitaliza internamente EE.UU. para afrontar un escenario de guerra amplia. La percepción estadounidense de aislacionismo frente a Pekín se consideraría engañosa y peligrosa por ambas partes.
Mientras tanto, India muestra señales de distanciamiento respecto a la alianza y ha reducido sus compras de petróleo ruso tras los aranceles de EE.UU. El primer ministro Narendra Modi evitó públicamente el desfile militar de Pekín, reflejando la creciente tensión y posibles fracturas en el bloque aliado.
Este nuevo juego geopolítico refuerza la idea de que la próxima guerra mundial no será sólo entre dos países, sino una batalla global con alianzas multidimensionales y conflictos potenciales desde Europa hasta Asia-Pacífico.
