La ciudad tunecina de Gabès sigue sumida en una crisis ambiental sin resolver. Las manifestaciones del 15 de octubre terminaron en enfrentamientos entre vecinos y fuerzas de seguridad, alterando aún más una situación que parece estancada.
Khémaïs Bahri, ingeniero y empresario originario de Gabès, experto en la industria del fosfato, explica que el problema va más allá de lo técnico: “No se trata solo de tratamiento de residuos, sino de decisiones políticas que bloquean cualquier avance”. Bahri arrancó su carrera en el Groupe Chimique Tunisien (GCT) y luego fundó su propia empresa, el Bahri Group, lo que da peso a sus análisis.
El sistema actual de gestión del fosfato, productivo pero peligroso para el medio ambiente, emite contaminantes químicos que afectan directamente la salud y calidad de vida de la población. Las protestas, motivadas por esta situación, han sido duramente reprimidas. La mutua desconfianza entre autoridades locales y ciudadanos agrava el problema.
Según Bahri, la falta de inversión en tecnologías limpias y el retraso en reglamentaciones claras mantienen la crisis ambiental en punto muerto. “Hay soluciones técnicas disponibles pero hace falta voluntad política y transparencia para implementarlas”, agrega.
Mientras tanto, la contaminación sigue afectando la región y las tensiones sociales no paran. La atención internacional y regional aumenta, pero hasta ahora las autoridades no han concretado un plan efectivo para calmar el malestar ni frenar la contaminación.
El desafío está claro: sin un compromiso firme para cambiar la gestión de la industria fosfatera y reforzar el control ambiental, Gabès seguirá atrapada entre la contaminación y la protesta social.


































