La demolición sorpresa del ala este de la Casa Blanca, ordenada por el presidente Donald Trump esta semana, ha generado un choque y protesta generalizada entre los descendientes de antiguos presidentes y exinquilinos de la residencia presidencial.
El ala este, construida en 1902 y habitualmente reservada para la Primera Dama desde Rosalynn Carter, fue reducida a escombros para dar paso a la construcción de una nueva sala de baile, una obra que no fue anunciada ni contó con permisos o estudios de preservación histórica, según fuentes oficiales y testimonios.
Entre los más críticos se encuentra Patti Davis, hija de Ronald Reagan, quien escribió un mensaje contundente en el New York Times:
«No es sólo un edificio, es la casa del pueblo americano, un símbolo de historia y grandeza que Trump acaba de destruir»
Davis lamenta la pérdida del espacio donde personalidades como Eleanor Roosevelt caminaron o Jacqueline Kennedy planeó su emblemático jardín de rosas, hoy desaparecido.
El jardín de Jacqueline Kennedy, conocido también como el jardín este y tradicional lugar de recepción al sur de la Colonnade, fue víctima también de las máquinas desde inicios de semana. Esto llevó a que Jack Schlossberg, nieto de John F. Kennedy, compartiera una foto desde ese lugar en Instagram con un mensaje duro contra Trump:
«Donde mi abuela plantaba flores, él ha puesto cemento»
Schlossberg aprovechó para hacer un llamado a la movilización ciudadana con las elecciones de mitad de mandato en menos de un año.
La ex candidata presidencial y también antigua residente de ese sector de la Casa Blanca, Hillary Clinton, fue clara en sus críticas:
«No es su casa. Es la tuya, la está destruyendo»
y urgió a los estadounidenses a reaccionar.
Sumándose a las voces críticas, su hija Chelsea Clinton publicó una carta abierta en USA Today que denuncia que esta demolición refleja «la facilidad con que se borra la historia cuando el poder olvida su misión». Denunció además que no hubo estudios de preservación histórica ni consulta con expertos, justo antes del 250 aniversario de la nación.
El ala este y sus jardines, paso obligado de siglos de historia presidencial, desaparecen sin consulta ni consenso, en una acción que apunta a dejar una marca personal de Trump en la residencia más simbólica de Estados Unidos.
Hasta el momento, la Casa Blanca no ha emitido declaraciones públicas explicando las razones concretas de la demolición ni aclaraciones sobre el futuro del proyecto completo.
































