Las elecciones presidenciales de octubre en Costa de Marfil y Camerún estuvieron marcadas por la exclusión de los principales líderes opositores, pero los resultados y consecuencias políticas son muy diferentes.
En ambos países, figuras clave como Tidjane Thiam en Costa de Marfil y Maurice Kamto en Camerún fueron apartados del proceso electoral, dejando los comicios bajo la sombra de la falta de competencia real. Según François Soudan, director de redacción de Jeune Afrique, en entrevista para RFI, estas fueron elecciones que “se jugaron antes del voto”.
En Costa de Marfil, el presidente Alassane Ouattara, de 83 años, se asegura otra legislatura sin contratiempos tras un proceso considerado transparente donde la oposición reconoció la derrota. Ouattara mantiene cifras económicas sólidas, con un salario mínimo un 30% superior al camerunés y un crecimiento económico mayor.
Pero la estabilidad en Abiyán no oculta problemas crecientes: la participación electoral cayó en zonas tradicionales de oposición, señalando un desencanto palpable con el régimen y dejando la sucesión presidencial como un problema pendiente.
En contraste, Camerún enfrenta un clima tenso. Paul Biya, de 92 años y en el poder desde hace más de cuatro décadas, se mantiene a flote pese a un desgaste evidente. La sorpresa fue la reaparición de Tchiroma Bakary, ex aliado del sistema Biya, quien canalizó un descontento popular y abrió una brecha en el apoyo al régimen.
El pulso entre Biya y Bakary amenaza con fracturas regionales y una crisis política latente. El gobierno apuesta a desgastar el movimiento de protesta, mientras la oposición busca respaldo internacional para mantener la presión.
“Biya ya enfrentó protestas similares en 1992, pero ahora tiene 33 años más” — François Soudan
Hoy el poder en Camerún parece más frágil que nunca, a pesar del resultado electoral sin competencia genuina. La situación en Costa de Marfil es la de una estabilidad asentada, aunque no exenta de desafíos políticos que podrían afectar el futuro próximo.
