El asesinato de Charlie Kirk, líder de la juventud conservadora estadounidense de 31 años, ha encendido tensiones políticas por toda Europa, mostrando un claro choque entre regiones y posturas ideológicas.
Mientras en Estados Unidos la respuesta quedó dividida entre homenajes de la derecha y prudencia desde la izquierda, en Europa la reacción fue muy desigual. Países como Suecia, Noruega, Finlandia, Islandia y Dinamarca optaron por un perfil bajo, subrayando la violencia del acto sin politizar la figura de Kirk. En Suecia y Noruega, medios como Aftonbladet y VG enfocaron el debate hacia la estabilidad democrática, con pocas manifestaciones públicas o gestos políticos solemnes. En Noruega, marcada por el atentado neonazi de 2011, prevaleció la llamada a la calma y la desescalada.
Al contrario, Europa Central y partes del Sur europeas mostraron respuestas vehementes y cargadas de carga política. En Polonia, el Parlamento (Sejm) guardó un minuto de silencio y planea una exposición sobre Kirk, mientras la oposición pide catalogar a Antifa como organización terrorista. En Hungría, el primer ministro Viktor Orbán atribuyó el asesinato a una “campaña internacional de odio” contra la derecha.
En España, el partido Vox organizó homenajes acusando al gobierno de izquierda de fomentar un “clima de odio”. La líder italiana Giorgia Meloni condenó que la izquierda minimice el impacto, llamando al asesinato una “herida profunda para la democracia”. En Francia, el Rassemblement National presentó a Kirk como “mártir de la libertad de expresión” en una vigilia en París con unas 250 personas, evocando un paralelismo con los ataques a Charlie Hebdo.
En Reino Unido, figuras clave del conservadurismo populista como Boris Johnson y Liz Truss también condenaron el crimen. El contraste es claro con los países nórdicos, donde la derecha es más moderada y menos influyente en círculos mediáticos y políticos.
El Parlamento Europeo fue igualmente terreno de controversia. Una solicitud para guardar un minuto de silencio en memoria de Kirk, presentada por el eurodiputado sueco Charlie Weimers, fue rechazada por razones procedimentales, un detalle que no pasó desapercibido frente a precedentes como la conmemoración de George Floyd en 2020.
El volumen de cobertura refleja este choque: menos de 10 artículos principales por país en los Estados nórdicos, frente a cientos en Italia, Reino Unido o España. En redes, los hashtags #CharlieKirk apenas tuvieron actividad en el norte europeo, mientras que #KirkMartyr explotó en Europa Central y del Sur.
Las claves del desajuste radican en diferencias políticas, mediáticas e históricas. El dominio de partidos socialesdemócratas y medios públicos progresistas en el norte reduce la empatía con Kirk, figura polémica allí. En cambio, en las regiones más conservadoras, su legado caló más hondo y el asesinato agudizó las fracturas políticas internas.
Este episodio revela tensiones latentes que podrían endurecer las divisiones políticas en Europa, complicando la cooperación transcontinental ante desafíos comunes.
