La industria automotriz europea está en crisis profunda de liderazgo y estrategia. En pocos meses, gigantes como Stellantis, Renault, Nissan, Porsche, Volvo y JLR han visto caer a sus altos ejecutivos en una cadena de relevos acelerados. Despidos, reubicaciones forzadas y renuncias voluntarias se multiplican, reflejando un sector tambaleante ante la presión de resultados a la baja y un mercado europeo y chino en declive.
El problema va más allá de cambios en la dirección: las empresas no logran encontrar un rumbo claro hacia la electrificación. La estrategia impuesta por el exjefe de Stellantis, Carlos Tavares, basada en acelerar el software y la electrificación, está en jaque y podría ser revertida. Su sucesor tendrá que decidir si mantiene o desmantela esos planes, que han sido poco acogidos dentro del grupo. Esto pone en duda el futuro de marcas emblemáticas como Peugeot, Citroën y DS.
En Renault, la transición parece más estable. Luca de Meo inició una hoja de ruta clara hacia los coches eléctricos y su mano derecha, François Provost, busca optimizar costes sin frenar este impulso. Pero la presión por mantener márgenes y satisfacer gobiernos con reglas cambiante añade complejidad.
Un mercado inhóspito y líderes fugaces
Los ejecutivos europeos heredan un dilema casi imposible: reducir costes, proteger empleos, electrificar sin hundir ganancias, y complacer a inversores y gobiernos en rápida evolución. Nadie dura mucho, y la rotación es tan alta como la de un gobierno. Eso desarticula estrategias y dificulta continuidad en un momento clave para el sector.
En contraste, las marcas chinas mantienen estabilidad con fundadores como Wang Chuanfu (BYD) y He Xiaopeng (Xpeng) al mando. Su presencia constante asegura cohesión y agilidad que en Europa parecen ausentes. Esta ventaja los convierte en rivales intimidantes mientras Europa trata de reconducir su rumbo.
Incluso en Estados Unidos, el caso de Elon Musk es llamativo. A pesar de sus amenazas de abandonar Tesla por una millonaria remuneración, su posición es estable y su visión innovadora cambia las reglas del juego a capricho, un modelo muy diferente al europeo.
La industria europea corre el riesgo de quedarse sin líderes capaces de conducir la transición eléctrica. Si esto persiste, podría abrir la puerta a que empresas chinas tomen el control de talento y estrategias, ironías de una disputa global por la movilidad del futuro.


































