La ciudad de Gabès, en el sureste de Túnez, vivió ayer una jornada histórica con una huelga general que paralizó todas las actividades. Más de 60.000 personas salieron a las calles para protestar contra la planta de procesamiento de fosfato del Grupo Químico Tunecino (GCT).
La principal demanda de los manifestantes es el desmantelamiento de las unidades industriales del fosfato responsables de la contaminación ambiental en la región. Los habitantes exigen con urgencia una solución que les permita «respirar aire puro», un reclamo repetido pero hasta ahora ignorado por las autoridades locales y nacionales.
La protesta, pacífica pero masiva, tuvo un impacto inmediato en la vida cotidiana: comercios, oficinas e incluso escuelas cerraron sus puertas. “Este es un punto de inflexión en la historia de Gabès”, dijo uno de los organizadores.
Debate tenso en la Asamblea Nacional
Paralelamente, el tema desató un acalorado debate en la Asamblea nacional tunecina. Diputados alineados con el Gobierno defendieron la planta señalando su importancia para la economía, mientras opositores criticaron la falta de respuesta frente a la crisis ambiental y social.
El caso de Gabès refleja un choque creciente entre el desarrollo industrial y las condiciones básicas de vida de las comunidades afectadas. A pesar del impacto, no hay fecha oficial para el cierre o la reubicación de la planta.
Hasta ahora, el Gobierno no ha emitido un plan concreto para resolver el conflicto. La huelga y las protestas podrían continuar mientras siga sin atenderse la principal petición: acabar con la contaminación derivada del fosfato.
Esta movilización en una ciudad históricamente industrial está enviando señales claras sobre la urgencia de políticas ambientales más estrictas en Túnez y puede marcar un precedente para otras regiones del país.
Gabès continuará en el ojo público mientras sus habitantes exigen un derecho fundamental: un ambiente saludable.
