El gigante estadounidense de semiconductores GlobalFoundries anunció esta semana un plan de inversión de 1,1 mil millones de euros para expandir su planta en Dresde, Alemania, que se convertirá en la mayor fábrica de chips de Europa.
Conocido como proyecto Sprint, la ampliación apunta a producir más de un millón de obleas anuales para 2028, consolidando a Alemania como un actor clave en la microelectrónica mundial. Este volumen superará ampliamente la capacidad actual y responderá a la creciente demanda, especialmente del sector automotriz.
Desde 2009, GlobalFoundries ya ha invertido más de 10 mil millones de euros en esta ubicación de Sajonia, que ahora será modernizada con procesos de fabricación completamente europeos para cumplir con requisitos estrictos de seguridad y soberanía tecnológica.
El proyecto cuenta con el respaldo financiero del gobierno regional de Sajonia y del gobierno federal alemán, que podría aportar varios cientos de millones adicionales. También se espera la aprobación próximamente por parte de la Unión Europea para completar el programa.
El canciller Friedrich Merz declaró que esta apuesta es clave para que Alemania “se convierta en un actor esencial en la microelectrónica” y garante de su prosperidad y seguridad nacional.
Impacto en la industria europea y global
Las obleas producidas en Dresde estarán dirigidas a la industria automotriz, el Internet de las cosas, la defensa y las infraestructuras críticas. Las nuevas tecnologías incluirán chips con bajo consumo energético, memoria segura integrada y conectividad inalámbrica, cada vez más necesarios en la era de la inteligencia artificial y la digitalización masiva.
El CEO de GlobalFoundries, Tim Breen, recordó las recientes crisis en la cadena global de suministro automotriz, que han evidenciado la fragilidad del sistema actual y la urgencia de fortalecer la producción local de semiconductores.
La inversión fue celebrada por grandes industriales europeos como Siemens, Bosch, Infineon y NXP Semiconductors, que destacan que consolidará el ecosistema de “Silicon Saxony” al ofrecer acceso local a tecnologías críticas y mitigar riesgos de dependencia externa.
La nueva planta llegará en un momento clave para Europa, que busca reforzar su soberanía tecnológica frente a las tensiones globales. A lo largo de esta década, Alemania y la UE apuestan por construir su capacidad productiva en chips para no quedar rezagados frente a Estados Unidos y Asia.
El proyecto en Dresde marca un paso decisivo para que Europa deje de ser dependiente en la fabricación de semiconductores estratégicos y se convierta en un polo robusto de innovación tecnológica.

































