Hungría y Eslovaquia han confirmado su negativa a romper con Rusia en materia de suministros energéticos, desafiando las presiones de la Unión Europea y Estados Unidos. El ministro de Exteriores húngaro, Péter Szijjártó, habló esta semana durante la «Russian Energy Week» en Moscú, criticando duramente la política energética de la UE y denunciando que abandonar el gas y petróleo ruso pondría en peligro la soberanía económica europea.
Szijjártó calificó de «locura» las propuestas de Bruselas para prohibir las importaciones de gas ruso por gasoducto y GNL de aquí a finales de 2027, y aseguró que Budapest no cederá ante estas presiones, pese a los insistentes llamados de Washington y Bruselas. Según él, un suministro energético fiable es el «fundamento» de la soberanía de Hungría y su gobierno mantendrá sus contratos con Rusia, firmados en 2021, que incluyen la compra anual de 4,5 mil millones de metros cúbicos de gas a través de Gazprom.
Hungría importa además 7,5 mil millones de metros cúbicos de gas vía el gasoducto Turkstream y asegura que seguirá comprando alrededor de 5 millones de toneladas de petróleo ruso por el gasoducto Droujba, que cruza Bielorrusia y Ucrania, durante 2025 y 2026.
«Mis amigos europeos se comportan como locos cuando se trata de energía» dijo Szijjártó al medio ruso TASS.
El ministro también condenó los ataques ucranianos contra el gasoducto Droujba, que abastece a su país y a Eslovaquia, país que también sostuvo públicamente su rechazo a reducir las importaciones rusas. El jefe de la diplomacia eslovaca, Juraj Blanár, afirmó a Reuters que su país no ve alternativas sostenibles y asequibles para reemplazar ese suministro y pidió «empatía» ante la dificultad para diversificar el mix energético rápidamente.
Las tensiones se agudizan en el marco del conflicto en Ucrania. El expresidente estadounidense Donald Trump ha defendido un boicot global al petróleo ruso y denunció en Naciones Unidas que los países de la OTAN están financiando «una guerra contra ellos mismos». Trump y el primer ministro húngaro Viktor Orbán discutieron la situación en una llamada, y Orbán argumentó que cortar la energía rusa significaría una «caída inmediata del 4 % del rendimiento económico húngaro», calificando la medida como una «catástrofe económica» para su país.
Frente a la presión política internacional, Budapest insiste en que cada país tiene sus propios intereses y soberanía. «América tiene sus argumentos y la Hungría también», dijo Orbán.
Este rechazo explícito de países clave del bloque europeo a cortar lazos energéticos con Moscú añade complejidad a la estrategia común de la UE para reducir la dependencia rusa, justo cuando la crisis en Ucrania sigue sin solución y los precios de la energía mantienen su volatilidad en Europa.
