Issa Tchiroma Bakary, exministro y ahora líder opositor, se ha convertido en el principal desafío para Paul Biya tras la presidencial del 12 de octubre en Camerún. Rechazando los resultados oficiales, Bakary se autoproclamó presidente electo y ha empezado a movilizar una fronda popular en el norte del país.
La tensión se ha disparado especialmente en la región septentrional, donde Bakary, originario de Garoua, concentra su base de apoyo. Después del intento de golpe fallido en Douala, Bakary fue detenido bajo sospecha de complicidad y trasladado a Yaoundé para ser encarcelado en la Policía Judicial, en medio de una purga que afecta a muchos nortistas.
Su arresto no ha frenado la movilización. Al contrario, Bakary utiliza su red de contactos y simpatizantes para presionar al régimen de Biya y exigir el respeto a lo que llama su “verdad de las urnas”. Según fuentes locales, su movimiento crece entre civiles y militares descontentos, poniendo en jaque la estabilidad del presidente en el poder desde hace más de 40 años.
El gobierno mantiene su postura de rechazo a cualquier rebelión y afirma que la situación está controlada, aunque no ha detallado la identidad ni el alcance de los otros implicados en el intento de golpe o en las revueltas que se multiplican en el norte.
Este nuevo frente de oposición señala una ruptura significativa dentro del país, donde los votos y la legitimidad electoral están en disputa abierta y la presión social sobre Biya aumenta día a día. La comunidad internacional sigue con atención, aunque hasta ahora se ha limitado a llamar a la calma.
Por ahora, la figura de Issa Tchiroma Bakary es la cara visible de la resistencia en el norte, con apoyo político y popular que podría complicar aún más el panorama político camerunés.


































