Jacob Zuma, ex presidente sudafricano envuelto en problemas judiciales en su país, llegó este 29 de octubre a Ouagadougou, la capital de Burkina Faso, para sumarse a una delegación de afrodescendientes. Su llegada se enmarca en la estrategia política del líder de la junta militar, Ibrahim Traoré, que busca romper el aislamiento internacional que enfrenta tras los golpes de estado recientes.
Recibido por el ministro de Relaciones Exteriores, Karamoko Jean-Marie Traoré, Zuma participará en reuniones centradas en promover el panafricanismo y reforzar los lazos políticos y sociales entre África y sus diásporas. A pesar de estar cuestionado en Sudáfrica por investigaciones judiciales, Zuma representa un símbolo clave para los planes de soberanía y autonomía impulsados por el régimen de Burkina Faso.
La visita confirma la voluntad de la junta de Traoré para construir alianzas internacionales que eviten el aislamiento diplomático y económico. Burkina Faso ha pasado por una serie de sanciones y condenas globales desde los golpes militares que desplazaron a gobiernos elegidos recientemente, y la llegada del ex mandatario sudafricano se interpreta como un mensaje claro contra esas presiones.
Los detalles de la agenda oficial no han sido revelados completamente, pero fuentes cercanas a la delegación indican que el foco estará en generar apoyos para el plan soberanista y una mayor cooperación política y cultural entre naciones africanas “hermanas”. La visita de Zuma se suma a un intento de Traoré por reposicionar a Burkina Faso como un actor relevante e independiente en el continente.
Este movimiento llega en un contexto delicado para África Occidental, donde varios países han sufrido inestabilidad política y golpes militares en los últimos años, generando preocupación en organismos internacionales como la Unión Africana y la CEDEAO. Burkina Faso busca desafiar esas tensiones consolidando nexos con líderes simbólicos y movimientos panafricanistas que cuestionan la influencia tradicional occidental.
La llegada de Zuma también anticipa posibles nuevos desencuentros diplomáticos, dado que su figura sigue siendo controvertida en Sudáfrica y para aliados occidentales. Sin embargo, la estrategia de Traoré parece clara: buscar respaldo de figuras reconocidas del continente para legitimar su gobierno y fortalecer la narrativa de soberanía y resistencia frente a la presión internacional.
 
						
									


































 
					 
								
				
				
			 
							 
							 
							 
							 
							 
				 
				 
				 
				 
				 
				 
				 
				 
				 
				 
				 
				 
				 
				 
				 
				 
				 
				 
				 
				 
				 
				 
				