Marruecos vive un estallido social impulsado por miles de jóvenes que piden la dimisión del primer ministro Aziz Akhannouch. Desde el 27 de septiembre, la llamada Gen Z 212 ha tomado las calles de ciudades clave como Rabat, Casablanca y Agadir en protestas sin precedentes por su organización y alcance.
Este movimiento, totalmente apartidista y sin líderes visibles, se comunica principalmente a través de Discord, plataforma que se ha convertido en su “parlamento digital”. La protesta comenzó centrada en demandas sociales básicas como educación y salud pública dignas para todos, con consignas claras:
“Escuelas y hospitales para todos”
.
Pero rápidamente la presión escaló a un nivel político directo. La demanda principal es la renuncia del gobierno, con Akhannouch como figura central del malestar. Para los jóvenes, Akhannouch representa “la mezcla tóxica de negocio y poder político y la incapacidad de escuchar las necesidades reales de la juventud”, explica la periodista Fadwa Islah, especialista en Marruecos para Jeune Afrique.
Los manifestantes denuncian una creciente desigualdad que reflejan las palabras del rey Mohammed VI en su discurso del Trono en julio: un “Marruecos a dos velocidades”. Por un lado, inversiones millonarias en infraestructura para eventos deportivos internacionales como la Copa Mundial o la CAN; por otro, un sistema sanitario que colapsa y deja morir a pacientes en hospitales en condiciones malas.
Este contraste ha sido el detonante de una juventud que no acepta seguir siendo marginada mientras el país se presenta como una potencia regional. Las protestas, en su mayoría pacíficas al inicio, han registrado momentos de violencia, complicando la respuesta oficial y aumentando la incertidumbre sobre el futuro inmediato.
Las autoridades enfrentan un reto inédito: contener un movimiento autogestionado, sin dirigentes claros ni sindicatos implicados, que desafía las formas tradicionales de movilización social en Marruecos.
La Gen Z 212 impulsa un cambio exigente bajo el hashtag que los representa, levantando una voz que las élites políticas y económicas han subestimado hasta ahora.
