Calles de Katmandú, Antananarivo y ciudades marroquíes están tomadas por manifestantes de la Generación Z que exigen un futuro digno. Sin líderes ni estructuras tradicionales, jóvenes del Sur global usan solo sus teléfonos y lemas de cultura pop para desafiar gobiernos y sistemas administrativos.
La chispa que enciende estas protestas es una mezcla de desesperación y rabia acumulada. En Madagascar, por ejemplo, la repetición constante de cortes de agua y electricidad mantiene a miles en la calle, con pancartas que dicen simplemente «Gen Z». El 27 de septiembre de 2025, la capital Antananarivo vio una de las mayores manifestaciones del año, todas espontáneas y sin organización visible.
En Nepal y Marruecos, la dinámica se repite con jóvenes que rechazan las estructuras políticas tradicionales con las que sienten que no tienen conexión ni voz. No hay sindicatos ni partidos detrás, solo un movimiento viral y difuso que actualiza el concepto de protesta política con un claro eje generacional.
Expertos describen este fenómeno como una brecha política que va más allá de ideologías clásicas. Es un conflicto abierto entre una juventud que reclama derechos básicos y un sistema que les niega oportunidades.
Desde Lima hasta el Norte de África, la Gen Z está moldeando una nueva manera de hacer política, en la calle y en redes sociales, con un mensaje unánime: la vieja guardia ya no representa sus intereses ni su futuro.
Esta ola de protesta pone en jaque a gobiernos que carecen de respuestas inmediatas y visibles. De momento, el denominador común es el vacío de liderazgo y la juventud que, organizada en masas desconectadas, logra colapsar ciudades y cuestionar regímenes sin estructura formal.
