La restauración en Francia vive un terremoto cultural impulsado por la Generación Z, que cambia de raíz cómo y cuándo comer fuera de casa.
Según el estudio Restauration 2024 de Gira, solo el 11% de los jóvenes mantiene el clásico formato de comida completa “entrada- plato-postre”. Esta generación prefiere dividir sus ingestas: un snack a media mañana, otro por la tarde y a veces un afterwork como comida principal. El modelo de comida tradicional ya no es el eje del día.
La Gen Z no solo busca alimento, quiere experiencias memorables e instantáneas, extremadamente influenciadas por el mundo digital y las redes sociales. Un plato que no sea “instagrameable” no existe para ellos. Esto obliga a restaurantes, tradicionales o de cadena, a repensar decoración, carta y comunicación. Lo que no se comparte, no se consume.
Ejemplos claros aparecen por toda Francia. Los clásicos “bouillons” reinventan su servicio con teatralidad y ambiente vivo para conectar con estos jóvenes. Por otro lado, locales como La Nouvelle Garde combinan tradición y modernidad con espacios cálidos y redes sociales activas para crear comunidad.
McDonald’s no se queda atrás: adapta sus campañas a formatos cortos para TikTok y potencia la interacción en redes, creando una presencia constante y cercana que engancha a la Generación Z.
Pero la verdadera urgencia recae en las franquicias. El auténtico cambio debe venir de las cadenas para permitir flexibilidad en menús, decoración y experiencia. Hay que escuchar y colaborar con los asociados, usar grupos de feedback y formar al personal en cultura Gen Z para no quedar obsoletos.
El mensaje es claro: no es una moda pasajera, sino una revolución estructural. Quien no se adapte, desaparecerá rápidamente. Francia, Londres y Copenhague ya muestran tendencias que no pueden ignorarse. La Generación Z quiere más que alimentos, quiere sensaciones, conexión y autenticidad en cada plato y local.
La restauración tradicional está en jaque. No es crisis, es mutación.
