La región de las Savanes, al norte de Togo, enfrenta una crisis educativa aguda por la creciente amenaza de grupos jihadistas cerca de la frontera con Burkina Faso. Las escuelas, pilares de comunidad, se han convertido en las primeras víctimas del conflicto. Miedo y desplazamientos masivos cortan el acceso a la educación.
Solo semanas después de iniciar el curso escolar, decenas de niños han abandonado las aulas o nunca llegaron. Es el caso de Utienbane, un niño de 12 años que huyó con su familia desde Sanloaga y fue dejado con una familia de acogida en Dapaong. Agotado por trabajos forzados y malos tratos, finalmente dejó la escuela y se sumó a otros cientos en situación de abandono educativo.
La inseguridad obliga a familias completas a desplazarse hacia puntos más seguros como Koundjoaré, pero la precariedad y la falta de apoyo institucional agravan el problema. La amenaza jihadista elimina el derecho básico a estudiar en zonas que ya convivían con pobreza y marginación.
Ante esta emergencia, la UNICEF ha intervenido para mitigar el impacto, formando a cerca de 60 profesores en apoyo psicosocial y capacitando a 30 educadoras preescolares en la creación de materiales educativos. Sin embargo, el terreno es frágil y la educación sigue pendiendo de un hilo.
El cierre de escuelas implica no solo pérdida del aprendizaje sino un golpe directo al desarrollo regional y a la protección de la infancia. La violencia y los desplazamientos representan un retroceso de décadas en derechos básicos. El futuro educativo en Togo depende de la estabilización del área y el apoyo urgente a estas comunidades.
En este escenario, el Estado y la comunidad internacional están llamados a ampliar medidas de seguridad y asistencia para evitar que miles de niños queden fuera del sistema, perdiendo la oportunidad de un futuro mejor.


































