El coronel Michaël Randrianirina se convirtió en presidente de Madagascar el 17 de octubre tras destituir a Andry Rajoelina apenas tres días antes, el 14 de octubre. En una ceremonia en la Corte Constitucional de Antananarivo, juró el cargo en un momento tenso, con las grandes potencias internacionales al acecho para ganar influencia en el país insular.
Madagascar está en el centro de una lucha diplomática entre Moscú, París, Washington y Pekín. Estas potencias buscan renovar acuerdos y obtener una posición estratégica en una nación rica en recursos pero con una estabilidad política frágil.
Randrianirina, un coronel que ascendió rápido a la presidencia, enfrenta la difícil tarea de reajustar las alianzas diplomáticas heredadas de su predecesor. “El tiempo es ahora de repensar todas nuestras relaciones diplomáticas”, advirtió en un breve comunicado, aunque evitó dar detalles sobre su política exterior.
Durante el mandato de Rajoelina, Madagascar osciló entre diversas alianzas para maximizar beneficios económicos y estratégicos, lo que generó incertidumbre entre socios internacionales. Con Randrianirina, la jugada parece orientada a capitalizar el interés de potencias con agendas contrapuestas.
París mantiene históricamente un vínculo fuerte con Madagascar, su antigua colonia, pero Moscú y Pekín han intensificado en los últimos años sus inversiones y presencia militar en la región. Washington también mueve fichas para no perder terreno en un escenario geopolítico cada vez más complejo.
La comunidad internacional observa con cautela. La estabilidad política es clave para que Madagascar pueda confirmar acuerdos comerciales y recibir ayuda exterior. Cualquier error de cálculo podría aislarlo o someterlo a influencias externas que complicarían aún más su desarrollo.
Randrianirina llega al poder en un momento marcado por crispaciones internas y la urgencia de atraer inversión extranjera para levantar un país con problemas económicos desde hace años. Su gestión arrancará con la necesidad de equilibrar demandas políticas internas y presiones externas.
Mientras enfrenta este tablero diplomático, queda por ver si logrará mantener la independencia estratégica o terminará subordinado a uno solo de los poderes que ahora buscan controlar Madagascar.
