Marruecos y sus socios del Golfo han marcado una relación marcada por intereses económicos y políticos, pero la cuestión palestina ha vuelto a tensar vínculos clave desde el 7 de octubre de 2023.
El rey Mohammed VI y el jeque Mohammed Ben Zayed, presidente de los Emiratos Árabes Unidos, reforzaron lazos en una recepción oficial en Abu Dhabi en diciembre pasado, en un contexto aún marcado por la normalización con Israel impulsada por Estados Unidos. Sin embargo, la crisis en Palestina trastoca la neutralidad marroquí y pone en jaque la alianza con los países del Golfo.
El 15 de septiembre, los líderes árabes y musulmanes se reunieron de urgencia en Doha tras una ofensiva israelí que mató a responsables del Hamas en Qatar. El emir Tamim Ben Hamad Al Thani acusó a Israel de sabotear la diplomacia:
“Quien asesina a sus interlocutores no busca la paz, sino prolongar la guerra.”
En contraste, el príncipe Mohammed Ben Salman, heredero saudí, se mostró impasible ante la escalada, dejando claro que las divisiones internas entre países árabes dificultan una respuesta unificada.
Marruecos, que mantiene el Sahara Occidental como prioridad estratégica, equilibra su apuesta económica y político-diplomática con los países del Golfo y la presión internacional sobre su postura frente al conflicto palestino.
Desde la firma de acuerdos con Israel, importantes inversiones y proyectos conjuntos reforzaron la cooperación, pero la reapertura de la cuestión palestina divide la región. La normalización bajo tutela estadounidense enfrenta así un test crucial: mantener la alianza frente a un conflicto que revive viejas heridas.
La reunión de Doha evidenció la fractura entre los países del Golfo, con Qatar apoyando a Hamas, mientras que Emiratos y Arabia Saudí mantienen posiciones pragmáticas o condicionadas.
El gobierno marroquí aún no ha fijado una postura contundente después del estallido del conflicto, pero sigue bajo presión para elegir entre su alianza con el Golfo y el respaldo tradicional a Palestina.
La situación demuestra que la estabilidad regional sigue frágil, y que los nuevos acuerdos diplomáticos no borran tensiones históricas prolongadas por los conflictos y las rivalidades geopolíticas.
