La comunidad internacional enfrenta un desafío crítico: alimentar a cerca de 10 mil millones de personas para 2050 sin destruir el planeta. El último informe conjunto de la plataforma de investigación EAT y la revista médica británica The Lancet manda un mensaje urgente: hay que cambiar ya los sistemas de producción y las dietas globales.
Actualmente, el mundo produce suficientes calorías, pero 3,7 mil millones de personas no acceden a una alimentación saludable, ni a ingresos decentes ni a un entorno limpio. Ese desequilibrio causa enfermedades crónicas graves como diabetes, cáncer y patologías cardiovasculares.
El informe alerta que 15 millones de muertes prematuras al año se podrían evitar mejorando lo que comemos. “Los alimentos excedentes dañan la naturaleza y producen el 30 % de las emisiones globales de gases de efecto invernadero”, advierten los expertos. Además, el desperdicio de agua y contaminación por pesticidas agravan el problema.
Según el reporte, para revertir esta crisis se debe priorizar una dieta “planetaria” basada en frutas, verduras, legumbres y cereales integrales, reduciendo el consumo de productos animales, azúcares, grasas saturadas y sal. Esta dieta debe respetar la diversidad cultural, adaptar las preferencias personales y, sobre todo, minimizar la sobreexplotación ambiental.
Después de casi un siglo de existencia de la FAO, aún hoy hay 673 millones de personas que se acuestan con hambre en el mundo. La inseguridad alimentaria no solo mata, también aumenta la pobreza y multiplica los desplazamientos forzados.
El contenido en nuestros platos es ahora un acto político y ecológico, afirman los especialistas. No es solo cuestión de placer o salud individual, sino una palanca clave para la transición ambiental y social global.

































