La economía de Nueva Caledonia colapsó en 2024 con una caída récord de su PIB del 13,5%, la peor en cinco décadas, según un informe publicado esta semana por el Cerom, que agrupa institutos clave como el ISEE y la Agencia Francesa de Desarrollo.
El archipiélago registró un retroceso brutal en todos sus sectores tradicionales: la inversión se hundió un 24,3%, el consumo de los hogares cayó un 7,2% y las exportaciones se desplomaron un 40,6%. El total del PIB se situó en 943.000 millones de francos del Pacífico (7.900 millones de euros), lo que equivale a 29.300 euros por habitante.
El golpe más duro llegó tras las violentas revueltas de mayo de 2024, que dejaron 14 muertos y destruyeron gran parte del tejido económico local. Estas protestas, detonadas por la oposición a una reforma electoral, causaron daños valorados en más de 2.200 millones de euros y provocaron una crisis social y económica profunda.
El turismo, antes motor clave, se desplomó un 53% en visitantes, alcanzando niveles mínimos que no se veían desde hace 30 años fuera de periodos de pandemia. La tasa de empleo cayó cerca del 12%, aumentando la precariedad y reduciendo la capacidad de respuesta de los apoyos públicos.
El sector del níquel, pilar histórico de la actividad económica, sufrió fuertemente: la bajada del precio mundial y el cierre en agosto de la principal planta en el norte dejaron 1.200 trabajadores desempleados. La aportación del níquel a la riqueza del territorio bajó del 9% al 5%, un mínimo histórico tras llegar a representar hasta el 18% en su momento álgido.
“Todos los motores tradicionales de la economía están a la parada”, advirtió Cerom, subrayando cómo esta crisis profundiza un desgaste iniciado en 2023.
Los números dejan claro que Nueva Caledonia enfrenta una recesión inédita, con efectos devastadores para su población y futuro inmediato. La combinación de disturbios sociales y problemas estructurales económicos refleja un escenario extremadamente complicado para el territorio francés en ultramar.
