La Organización de Naciones Unidas (ONU) cumple 80 años en medio de una profunda crisis de autoridad y relevancia. La institución olímpica del multilateralismo enfrenta un mundo fragmentado, con 61 conflictos activos que involucran a 36 Estados, una cifra inédita desde su creación tras la Segunda Guerra Mundial.
En su discurso ante la Asamblea General el pasado 22 de septiembre, Donald Trump atacó duramente a la ONU:
“La ONU no resuelve problemas, crea nuevos que nos toca solucionar”
. Desde que volvió a la Casa Blanca, Trump ha ejecutado una estrategia clara para retirar a Estados Unidos del sistema de alianzas que lideró por más de 80 años, considerándolo un lastre para la libertad de acción del país. Washington ha reducido drásticamente sus aportaciones económicas a la ONU y desestimado sus mecanismos de cooperación global.
Este desinterés estadounidense ha coincidido con un aumento de la violencia sin precedentes. Por ejemplo, en junio de 2025 Israel lanzó una “guerra de doce días” contra Irán que incluyó bombardeos en sitios nucleares en Fordo, Ispahan y Natanz. En septiembre, se reportaron ataques israelíes contra objetivos en Qatar. Además, Estados Unidos desplegó parte de su arsenal militar en el Caribe, apuntando al régimen venezolano bajo el pretexto de la lucha antidrogas.
La ONU también ha mostrado impotencia ante la invasión rusa de Ucrania y la escalada de crímenes contra la humanidad en la Franja de Gaza. El Consejo de Seguridad, dominado por los vetos de sus miembros permanentes, no logra acuerdos efectivos para detener estos conflictos.
Esta situación refleja un mundo que ya no respeta las reglas internacionales. La arquitectura de seguridad global, basada en tratados y acuerdos de la posguerra, está en jaque. La ONU, encargada de mantener la paz y el respeto a las normas internacionales, queda atrapada en medio de una competencia geopolítica feroz.
La creciente rivalidad entre China, Rusia y los países emergentes ha desafiado el orden liberal occidental, mientras Estados Unidos se distancia y vuelve a una política unilateralista. Europa, tratada con desdén por Trump, ve como su influencia decrece en el tablero mundial.
Expertos advierten que sin una reforma profunda, la ONU seguirá siendo una “plataforma para el fracaso”, incapaz de frenar las guerras y la brutalidad que definen el nuevo siglo. Sin liderazgo global ni recursos suficientes, la institución más importante en relaciones internacionales delicadamente se sostiene frente a sus mayores desafíos.
