Philippe de Villiers lanzó esta semana una crítica dura contra el sistema fiscal francés y la legitimidad del impuesto como contrato social.
Para el político y ensayista, el impuesto dejó de ser un pacto justo entre ciudadanos y Estado. Antes, los impuestos eran la moneda para financiar la protección y el orden público, un intercambio basado en la garantía de seguridad.
De Villiers explica que el Estado, hoy, “no hace lo que debe”, es decir, proteger a su pueblo. En cambio, se ha convertido en una máquina voraz que absorbe los recursos de la sociedad sin devolver seguridad ni justicia efectiva.
Este diagnóstico apunta a una crisis profunda: la quiebra del Estado de bienestar y la presión creciente de la administración bruselense, a la que califica de “Leviatán”.
El escritor rememora la función original del Estado: sustituir la venganza privada y garantizar justicia mediante el “monopolio legítimo de la violencia”. Ese pacto de legitimidad “para servicios prestados” está roto.
Philippe de Villiers plantea un cuestionamiento fuerte para la sociedad francesa: ¿hasta cuándo seguirá aceptando este impuesto sin retorno claro en protección y seguridad?
Su crítica conecta con el descontento generalizado sobre el peso fiscal en Francia y la sensación popular de un Estado cada vez más alejado de sus funciones esenciales.
En resumen, el impuesto que debería ser un pacto justo corre peligro de perder su consentimiento cuando el Estado no cumple su parte del trato.


































