Marruecos vive una nueva ola de protestas desde finales de septiembre, encabezada por la juventud del colectivo «GenZ 212». La indignación estalló tras la muerte de ocho mujeres en el servicio de maternidad de Agadir, y las manifestaciones reclaman mejoras en sanidad, educación y empleo, además de denunciar la dura represión policial.
El movimiento se organizó rápidamente a través de redes sociales y plataformas digitales como Discord y Telegram, que permitieron coordinar las protestas en ciudades y barrios populares. A pesar de una respuesta policial violenta en los primeros días, el Estado terminó autorizando las manifestaciones a partir del 1 de octubre, aunque las tensiones continuaron con enfrentamientos y saqueos en distritos marginados como Sidi Youssef Ben Ali en Marrakech.
Yahya, estudiante y activista presente en las movilizaciones, señala la profunda crisis social que atraviesa Marruecos y critica duramente al gobierno encabezado por Aziz Akhannouch, también alcalde de Agadir. Denuncia que el régimen gasta miles de millones en grandes obras para proyectarse internacionalmente mientras hospitales y servicios públicos colapsan, y las víctimas del seísmo de Al Haouz siguen viviendo en campamentos dos años después.
Las protestas se enmarcan en un contexto político complejo: en este mismo periodo, Marruecos festejó una victoria diplomática en la ONU, que avaló el controvertido plan de colonización del Sahara Occidental, uno de los reclamos centrales del reino para afianzar su control sobre el territorio. Según Yahya, esta maniobra busca ocultar una crisis interna y un régimen debilitado por la protesta popular.
La represión estatal ha sido especialmente brutal: más de 2.000 detenidos desde el inicio, con centenares apresados solo en Marrakech. Ya hay condenas severas, algunas de hasta 20 años de prisión. Las fuerzas del orden mataron a tres manifestantes en Laqliaâ con disparos a larga distancia, contradiciendo la versión oficial que alegaba legítima defensa. Entre las víctimas hubo un estudiante de cine que documentaba las protestas.
Estos hechos reavivan recuerdos de la represión en el Rif, donde activistas siguen en prisión tras las protestas de 2016-2017. Para Yahya, la juventud es la principal fuerza de oposición, pero los sindicatos permanecen cómplices del régimen, por lo que llama a crear alternativas de movilización independientes, especialmente en el mundo obrero y educativo.
El descontento también suma la reacción popular a la normalización de relaciones con Israel. En octubre, cientos de miles protestaron en Rabat contra el genocidio en Gaza, rechazando el alineamiento del gobierno marroquí y la permisividad en el envío de armas hacia Israel. Trabajadores portuarios llegaron incluso a negarse a cargar esos envíos.
El movimiento tuvo una pausa tras un discurso del rey Mohammed VI y la dura represión, que sembraron miedo y redujeron las manifestaciones. Sin embargo, las movilizaciones volvieron a las calles el 18 de octubre, marcando una resistencia persistente. El ambiente en Marruecos es de temor mezclado con una determinación inédita, mientras la juventud enfrenta sin apoyo sindical la presión del régimen y sus fuerzas de seguridad.
Marruecos también se prepara para eventos internacionales como la Copa África 2025 y el Mundial 2030, que para muchos representan una cortina de humo mientras la crisis social se profundiza y sectores clave como salud y educación siguen desfinanciados bajo políticas de austeridad dictadas por el FMI y el Banco Mundial.

































