La ciudad de Saint-Venant, en la frontera entre Pas-de-Calais y el Norte, lanzó esta semana una campaña para reducir su población de palomas en un 50 %. La medida, que consiste en capturar y sacrificar a las aves, ya genera rechazo inmediato de grupos defensores de los animales.
Según la municipalidad, una colonia de más de 100 palomas causa daños a edificios y molestias sonoras y olfativas. Las heces corrosivas deterioran fachadas y techos, dificultando la convivencia urbana. Para frenar esta “proliferación”, la alcaldía contrató una empresa de Reims que instalará seis jaulas homologadas tras una fase piloto para validar ubicaciones.
La captura se realizará de octubre a noviembre, seguida del sacrificio mediante dióxido de carbono en un cañón hermético, método que la ciudad defiende como “control efectivo de la población”.
Pero la propuesta encontró la firme oposición de la asociación Stéphane Lamart, que denuncia un enfoque cruel y poco sostenible.
“Los palomas son animales pacíficos e inofensivos, no merecen una eliminación masiva”,
dijo el grupo en un comunicado. Critican que esta práctica debe repetirse continuamente, incrementando costos sin solucionar la raíz del problema.
La asociación recuerda que ciudades como París abandonaron hace años estas campañas sin aumentar la población notablemente. Proponen construir palomares urbanos para controlar la reproducción y centralizar las colonias, una técnica probada que reduce molestias y protege el bienestar animal.
Saint-Venant insiste en su plan y no ha anunciado cambios en la estrategia, pero el choque con la asociación abre un debate sobre el equilibrio entre salud pública y protección animal que está lejos de cerrarse.
La captura y sacrificio de palomas en Saint-Venant arrancará este mes y, aunque la municipalidad reclama resultados rápidos, el conflicto con grupos animalistas anticipa una batalla legal y política.
