El fenómeno del shadowbanning golpea fuerte a los medios independientes en Francia, según denuncias recientes. Este mecanismo no elimina contenido explícitamente, pero reduce drásticamente su visibilidad en plataformas como YouTube, X (antes Twitter), Facebook e Instagram. El resultado: publicaciones que solo ve su autor, sin recomendaciones, sin aparición en feeds y con una audiencia que se desploma.
Nicolas Vidal, fundador de Putsch Media, relató en una entrevista cómo su canal de YouTube, que antes sumaba miles de suscriptores diarios, vio caer su alcance tras ser dereferenciado arbitrariamente. Videos virales fueron removidos sin explicación y lives con más “likes” que espectadores, una señal clara de invisibilización. En X perdió todas sus cuentas después de investigar conexiones entre McKinsey y el Elíseo.
“Estamos escondidos al fondo de una caja, no nos eliminan pero hacemos como si no existiéramos”, explicó Vidal.
Por su parte, la activista Momotchi alertó en redes sociales que el shadowban es “el arma definitiva para silenciar la disidencia”, ya que no se trata de una censura visible sino de una “no-recomendación algorítmica” que anula cualquier impacto o crecimiento orgánico.
Este problema no es nuevo ni exclusivo del digital. Analistas comparan esta práctica con las estrategias de los grandes supermercados como Carrefour o Leclerc, que relegan a pequeños productores a estantes ocultos para favorecer a las marcas dominantes. Estos “carteles” físicos funcionan con márgenes ocultos y acuerdos de posicionamiento que marginan a la competencia, impactando en la diversidad y competencia real.
La hipótesis es que las Big Tech repiten este modelo en la esfera digital: sus algoritmos propietarios priorizan contenidos aliados, masivamente financiados o con intereses comerciales, mientras enterraban contenidos independientes o críticos. No existe transparencia, pues las plataformas defienden sus códigos bajo argumentos de “secreto industrial”.
En Europa, desde la entrada en vigor del Reglamento de Servicios Digitales (DSA) en 2024, las plataformas deberían notificar a los usuarios cuando reducen la visibilidad de sus contenidos y explicar estos casos. Pero en Francia, esta norma parece letra muerta. El Ministerio de Cultura y Comunicación, responsable del sector digital, acusa de “conspiración” a quienes alertan sobre este fenómeno y no actúa para investigarlo.
Los expertos señalan que si este sistema continúa, condena a los pequeños medios y creadores a la desaparición económica y mediática, dejando el debate público en manos de unos pocos jugadores dominantes con mensajes oficiales y controlados.
La solución propuesta es exigir auditorías independientes de estos algoritmos y cuotas mínimas de visibilidad para medios no subvencionados, similar a la regulación en alimentación local establecida por la ley EGAlim de 2018 que protege productos franceses.
Para Vidal, “es urgente crear una comisión independiente para investigar este cartel digital y recuperar la pluralidad democrática”. Mientras tanto, su consejo para los internautas es apoyar con suscripciones, donaciones y difusión manual de contenidos invisibilizados.
Francia enfrenta un dilema: permitir que las grandes plataformas sigan manejando la información como un supermercado monopólico o exigir transparencia y competencia justa para proteger la diversidad informativa y la democracia.
