Donald Trump y Benyamin Netanyahu anunciaron este lunes un nuevo plan para Gaza basado en 20 puntos que refuerzan el control colonial y eliminan cualquier autonomía política para los palestinos.
El plan, presentado en la Casa Blanca, se vende como un acuerdo de paz pero en realidad busca mantener la dominación imperialista sobre Gaza. Según el documento, se establecerá una autoridad colonial supervisada por Estados Unidos y aliados, con la intervención directa de potencias árabes regionales como Egipto y Jordania.
Un cambio importante respecto a propuestas anteriores es la supuesta renuncia a forzar la deportación masiva de los dos millones de habitantes de Gaza, pero esto no garantiza el fin del desplazamiento ni del “limpieza étnica”, señalan expertos. El plan mantiene la idea de convertir la franja en un cinturón para inversiones capitalistas, con una reconstrucción dirigida por Trump y Tony Blair para asegurar jugosas ganancias a costa del sufrimiento palestino.
El control político será drástico: las organizaciones palestinas, incluyendo Hamas, quedan excluidas del gobierno local y se propone una “desmilitarización total”. A los miembros de Hamas se les ofrece amnistía y exilio a cambio de desarme y “coexistencia pacífica”. En su lugar, se crearán estructuras tecnocráticas bajo un “Consejo de la Paz”, presidido por Trump e integrado por líderes internacionales, que mantendrá la autoridad hasta que considere que las “reformas” palestinas están completas, sin aclarar qué reformas.
La presencia militar israelí se reemplazaría por una “fuerza internacional de estabilización” compuesta por estados árabes proestadounidenses, manteniendo así la ocupación bajo un nuevo disfraz. Esta fuerza garantizará que Gaza no represente “una amenaza para sus vecinos”, un eufemismo para suprimir cualquier resistencia palestina.
El plan incluye también condicionamientos a la ayuda humanitaria, controlada por organismos internacionales “no vinculados a Israel ni Hamas”, aunque no se aclaran qué grupos estarán permitidos, lo que genera dudas tras denuncias de corrupción y complicidad criminal en algunos organismos humanitarios.
El pacto consolida la complicidad de regímenes árabes de la región, quienes se comprometen a hacer cumplir el acuerdo y a impedir cualquier manifestación nacionalista palestina. Según el punto 14, estos socios serán responsables de asegurarse de que Gaza se mantenga bajo control y sin “amenazas”.
Varias facciones palestinas ya comienzan a responder al plan, pero hay consenso internacional y local en que el documento no representa sino una etapa más en la colonización y opresión de Gaza. El rechazo es firme entre amplios sectores palestinos y movimientos de apoyo global, que denuncian un “nuevo genocidio político, militar y económico”.
Mientras la comunidad internacional debate, en Palestina continúa la movilización masiva: una huelga general reunió a más de dos millones de personas, y más de 400 activistas internacionales fueron detenidos tras intentar ingresar a Gaza con ayuda humanitaria.
El plan Trump-Netanyahu busca maquillar la ocupación con un ropaje “internacional” y “humanitario”, pero mantienen el control absoluto sobre Gaza y rechazan la participación Palestina real. Su objetivo es consolidar un modelo colonial con apoyo árabe donde las ambiciones del pueblo palestino son definitivamente borradas.
