En las ondulantes colinas del Wyoming profundo, Lindsey y Ben Anson sostienen una tradición cowboy que se niega a desaparecer. El Pitchfork Ranch, fundado en 1878 cerca del valle de Meeteetse, sigue operando bajo la dirección de esta pareja que ha vuelto a darle vida tras años difíciles.
Lindsey, ciudadana de Bellingham (Washington), cambió su vida urbana por seis temporadas dando la vuelta al ganado y manejando el lasso, una pasión nacida tras comprar su primer caballo en la escuela secundaria. Ben, criado en la campiña de Wyoming, fue promovido director del rancho tras cuatro años allí. Juntos manejan hoy una explotación ganadera de 100.000 acres, que produce y conduce ganado sin ceder a las tendencias turísticas que dominan otros ranchos del estado.
El rancho Pitchfork nació de la visión de Otto Franc von Lichtenstein, empresario alemán que emigró primero a Nueva York antes de trasladarse al Oeste para explotar el ganado en tierras vírgenes. Von Lichtenstein consolidó un rancho próspero y una reputación estricta como empleador, hasta su muerte accidental. El legado pasó por dos familias durante casi un siglo, los Phelps y Belden, que mantuvieron el rancho vivo hasta su venta en 2003.
El comprador fue Lenox Baker, un cirujano cardíaco del Este que apostó por preservar el legado aunque sin experiencia ranchera. Bajo su propiedad, Lindsey y Ben recuperaron la rentabilidad del rancho, un reto constante porque los ingresos del ganado no siempre cubren los elevados costos de la tierra en Wyoming.
El futuro es incierto. Baker, de 83 años, pretende vender el rancho para pasar más tiempo con sus hijos en Utah. Según Lindsey, ninguna de las generaciones siguientes quiere continuar con la gestión ranchera. Pero el actual dueño busca un comprador que respete la historia y mantenga la continuidad del Pitchfork Ranch sin desmembrar ni convertir las tierras para otros fines.
«El comprador ideal es alguien que ame esta tradición y quiera que el rancho funcione como se debe»
, dice Lindsey Anson.
Los servidumbres de conservación protegen el terreno de cualquier transformación excesiva, un alivio para quienes defienden el patrimonio cowboy en el Oeste americano. Mientras tanto, Lindsey y Ben siguen despertando antes del amanecer para conducir ganado, mantener cercas y cuidar un modo de vida casi centenario que en pocos lugares persiste.
