Japón enfrenta un aumento récord en ataques de osos, con 219 incidentes graves y seis muertos registrados hasta marzo de 2024. Las regiones del norte de Honshu, especialmente Akita, Iwate, Aomori y Fukushima, son las más afectadas, donde ataques ocurren incluso en zonas urbanas y rurales.
Expertos apuntan a una combinación de factores causales: el cambio climático ha provocado escasez de alimentos naturales, como las nueces de haya que antes sustentaban a los osos. Este año, varias áreas del Tohoku fueron declaradas ‘no fructíferas’ por la mala cosecha, forzando a estos animales a bajar de las montañas en busca de comida.
A esto se suma la despoblación rural y un envejecimiento demográfico que dejan menos personas vigilando los espacios fronterizos entre bosque y pueblos. Algunas zonas agrícolas y buffer zones ahora están abandonadas, facilitando que los osos se acerquen a residencias, coman cultivos y rebusquen en contenedores. Las víctimas mayores son principalmente ancianos, en la lista de más riesgo.
Un caso grave ocurrió esta semana en el norte cuando una mujer de 82 años fue atacada, resultando con heridas en el rostro. Otro incidente reciente incluyó un oso de 1,4 metros que irrumpió en un supermercado en Numata City, hiriendo a dos personas antes de huir.
Las autoridades japonesas ya han adoptado nuevas medidas legales: la reforma a la ley de protección de la fauna silvestre permite disparar a osos peligrosos que entren en zonas habitadas. También se intensifican las campañas de sensibilización para que la población asegure basura, evite maleza densa y lleve cascabeles al caminar.
El fenómeno no solo golpea a las comunidades sino también al turismo, con cierres temporales de rutas tras ataques incluso en espacios protegidos como sitios de Patrimonio Natural en Hokkaido.
Analistas señalan que detrás de la crisis hay una problemática mayor: el equilibrio entre conservar la naturaleza y garantizar la seguridad en un Japón rural cada vez más frágil y afectado por el cambio climático. La clave ahora está en gestionar la convivencia con la fauna sin renunciar a la protección de los habitantes.
