Catherine Connolly fue elegida oficialmente como la décima presidenta de Irlanda tras ganar con un 63% de los votos de primera preferencia.
La exabogada de Galway recibió el respaldo unánime de las fuerzas de izquierda que la apoyaron como candidata, y fue recibida con entusiasmo en Dublin Castle cuando se confirmó su victoria.
Connolly ganó en el primer recuento con 914,143 votos, superando claramente a la candidata del Fine Gael, Heather Humphreys, que logró alrededor del 29%, y al exentrenador de fútbol Jim Gavin, que se retiró de la campaña semanas antes y acabó con 7%.
La elección estuvo marcada por un récord de papeletas nulas: 213,738 votos inválidos, diez veces más que en 2018. Muchos de estos contenían mensajes críticos al Gobierno y la Unión Europea, como “no democracia” y “títeres de la UE”.
El porcentaje de participación fue del 46% del electorado, con 1,656,436 personas votando de un total de 3,612,957 habilitados.
“Usad vuestra voz en todas las formas posibles”, aseguró Connolly en su discurso tras el anuncio, prometiendo ser una presidenta inclusiva y defensora del cambio climático y la paz.
Connolly prometió ser una voz que respete la neutralidad histórica de Irlanda, defienda la diversidad y dé representación a quienes normalmente no la tienen. También hizo un guiño a la riqueza cultural del país incluyendo la lengua irlandesa y la acogida a nuevos ciudadanos.
Este resultado pone fin a una campaña sin grandes sorpresas en las encuestas, dominada desde el inicio por Connolly, quien concentró el voto del sector progresista y una importante base de militantes de izquierda.
La presidenta electa asumirá próximamente un cargo en gran parte ceremonial, pero relevante para la moral y la identidad nacional de Irlanda, que mantiene su neutralidad internacional y enfrenta retos crecientes en áreas como la crisis climática.
































