Un nuevo documental, «Alhemičarev san», del cineasta y fotógrafo Momir Matović, rescata la historia de la animación en Montenegro y su evolución desde los años 80. El film reúne las claves de un movimiento artístico poco conocido pero fundamental para la cultura audiovisual balcánica.
Matović, reconocido por sus documentales y fotografía de vida real, retrata en esta obra la trayectoria de tres figuras centrales que impulsaron la animación en esa región. Entre ellos destacan Nikica Raičević, Ranko Radovanović y el propio Matović, quienes desde modestos estudios y entornos precarios desarrollaron una producción animada que rompió moldes y tuvo reconocimiento internacional.
Raičević se llevó la atención con su corto «Pilula za…» (1985), una obra experimental que desmontaba la imagen en sus elementos básicos para crear un lenguaje plástico y personal en la animación. Fue uno de los pocos cineastas balcánicos cuyos trabajos entraron en prestigiosos festivales como Annecy y Stuttgart, lo que en el campo de la animación se equipara a la exhibición en Cannes o Berlín para cine convencional.
Ranko Radovanović, cuya carrera comenzó en Podgorica durante su servicio militar, exploró la animación desde una perspectiva técnica y artística global. Su interés por la abstracción y experimentos visuales con CGI lo hicieron pionero en la región. Su película «Memento mori» (1994) es un ejemplo de precisión en ritmo y estructura que marca el nivel al que llegó su obra, hoy lamentablemente incompleta debido a su muerte prematura.
Matović, por su parte, conecta documental y animación para crear una narrativa propia que refleja la historia reciente de Montenegro a través de estos creadores. En su film se siente la energía y pasión que volcó para levantar no solo un medio, sino una cultura visual en su país.
El documental también plantea la animación como una forma de comunicación moderna y omnipresente en el siglo XXI. Más allá de arte, es un lenguaje global que impregna la televisión, publicidad, videojuegos e internet, consolidándose como parte esencial de la cultura popular.
Este testimonio fílmico sirve para recordar que la tradición en animación montenegrina ya está establecida y que sus raíces deben valorarse para construir futuro. Matović señala que sin tradición no se puede crear nada serio, subrayando la importancia de estos pioneros que desde Sarajevo y Podgorica abrieron camino a generaciones posteriores.
