La explosión masiva de fuegos artificiales durante Diwali en Delhi terminó dejando una ciudad sumida en humo, escombros y una calidad del aire diez veces por encima del límite seguro marcado por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Delhi, ya considerada una de las ciudades más contaminadas del mundo, enfrenta un nuevo pico en su contaminación tras las celebraciones. Las calles permanecen llenas de restos de petardos y un olor acre que se resiste a disiparse. La ciudad paga un precio alto: miles sufren problemas respiratorios y se estima que 10.000 personas mueren prematuramente cada año por la polución.
Pero no solo los humanos están afectados. Expertos advierten que los fuegos artificiales causan un trauma severo a los animales domésticos y salvajes. La RSPCA calcula que solo en un radio de seis millas alrededor de Delhi, 7.868 gatos y 9.023 perros sufren estrés y problemas auditivos. Los sonidos ultrasónicos de los petardos son insoportables para ellos, provocando pánico, fobia al ruido e incluso tinnitus.
Además, las quejas por ruidos molestos aumentaron durante el festival, generando un malestar entre vecinos y una imagen negativa para la comunidad hindú, que tradicionalmente es vista como respetuosa y pacífica. Líderes culturales insisten en que este año debe servir para replantear las costumbres que dañan al medio ambiente y generan conflictos sociales.
Nitin Mehta, escritor y comentarista sobre cultura india, subraya que el reformismo es parte esencial del hinduismo. Recuerda que en el retorno de Lord Rama a Ayodhya, se encendieron lámparas, no fuegos artificiales, símbolos de alegría y paz. También cuestiona la quema del efígie de Ravana, considerado un gran sabio y simbolizando valores contrarios a la violencia.
La prohibición oficial de los petardos en Delhi, que algunos interpretan como un ataque a la fe hinduista, debería verse bajo otra luz. Si una tradición daña la salud, el ecosistema y la convivencia, debe evolucionar.
En este contexto, las organizaciones comunitarias son llamadas a actuar y promover un Diwali más limpio y respetuoso. La contaminación no se detiene al caer la noche, y los daños en salud pública y bienestar animal siguen en aumento. El debate está abierto y la presión social crece para que la antigua festividad recupere su esencia original: luz, silencio y armonía.
