Donald Bren, el magnate inmobiliario estadounidense con una fortuna de casi 19.000 millones de dólares, acaba de romper públicamente con su hijo David Bren, de 33 años, tras ser acusado de estafar a inversores por más de 2 millones de dólares (unos £1,7 millones).
La ruptura quedó clara en una declaración de solo doce palabras:
“No mantenemos ninguna relación personal ni comercial con esta persona”
. Seca, cortante, definitiva. El patriarca del imperio Irvine Company, que domina buena parte del skyline de Orange County, optó por la distancia frente al escándalo familiar.
David Bren prometió a inversores un club exclusivo para coleccionistas de coches de lujo llamado The Bunker. La cuota de entrada rondaba los 15.000 dólares mensuales y vendía acceso a vehículos exóticos y experiencias VIP. Pero nunca llegó la flota, ni los pagos se mantuvieron. En su lugar, demandas y pérdidas financieras que, según reportes, llevaron al suicidio de al menos un inversor afectado.
La pesquisa apunta a una estafa que explotaba el prestigio del apellido Bren para asegurar la credibilidad del proyecto. Pero el gigante inmobiliario no quiso mezclar su legado con la sombra del fraude de su hijo.
La tensión familiar tiene historia. En 2003 Jennifer McKay Gold, madre de David, demandó a Donald por pensiones alimenticias, describiendo una relación marcada por la comodidad económica pero la falta de cercanía.
Hoy esa brecha es insalvable. El silencio del padre protege la imagen del imperio de bienes raíces valorado en decenas de miles de millones y le pone distancia a las demandas judiciales que ahora enfrentará David.
Mientras la fortuna de Donald Bren permanece intacta, el sueño del hijo se deshace en tribunales y acusaciones.
