La geopolítica actual no se trata de identificar un ganador claro, sino de entender quién controla las reglas del juego global. Al igual que en el histórico ‘Great Game’, el triunfo mayor no es destruir al enemigo, sino mantener la partida en curso bajo condiciones que favorezcan a quien tiene el poder.
Hoy, la «partida» se juega en arenas más complejas: tecnología, información y recursos estratégicos como el petróleo y los minerales raros. Los países y corporaciones que controlan tecnologías avanzadas de exploración y extracción transforman la suerte en capacidad tangible. Por ejemplo, Estados Unidos logró la independencia energética gracias a la tecnología del fracking, un avance que no es casualidad sino resultado de inversión y dominio tecnológico.
La manipulación informativa también es clave. Cuando Arabia Saudí, a través de OPEC, anuncia cambios en la producción, no solo reporta datos técnicos sino que influye en el mercado global y en las decisiones políticas de sus rivales. De forma similar, China usa su control sobre minerales críticos para enviar mensajes potentes sobre su fuerza tecnológica y vulnerabilidad de otros países.
Este enfoque reduce la política geopolítica a la gestión de la estructura de poder, donde la victoria en términos tradicionales es menos relevante que mantener la hegemonía del sistema. El poder ya no se mide en conquistas fácilmente visibles o en quién gana o pierde, sino en quién define las reglas, maneja el acceso a tecnologías y domina la información.
En este contexto, la «casualidad» es un concepto relativo. Mientras un jugador con pocos recursos arriesga todo en la «partida», otro con abundancia solo acepta las pérdidas que no amenazan su posición. Así, la ilusión de igualdad en la mesa de juego se desvanece, dejando clara la jerarquía real:
«El mayor triunfo geopolítico es garantizar que la partida continúe bajo tus reglas, aunque los jugadores cambien»
Para España y sus lectores interesados en Reino Unido, esto significa que la influencia británica debe medirse no solo por decisiones políticas inmediatas, sino por su posicionamiento tecnológico y su integración en redes globales que definen el acceso a los recursos energéticos y estratégicos.
El análisis de las tensiones internacionales debe dejar atrás la visión simplista de quién gana o pierde y centrarse en entender qué actores definen y modifican las reglas de esta partida eterna y cambiante.
