La organización de Miss Universo 2025 vivió un momento de crisis esta semana en Bangkok, Tailandia, luego de que el director ejecutivo, Nawat Itsaragrisil, publicamente llamara “tonta” a Fátima Bosch, representante de México, durante una ceremonia previa al concurso.
El incidente quedó captado en video y difundido masivamente en redes sociales. Itsaragrisil cuestionó el compromiso de Bosch con el evento y su apoyo a Tailandia como país anfitrión. Bosch respondió en el escenario:
“Usted no me respeta como mujer”.
Poco después, la actual Miss Universo, Victoria Kjær Theilvig, junto a varias concursantes, abandonaron el evento en señal de apoyo a Bosch, deteniendo la ceremonia.
Esta protesta colectiva sin precedentes en la historia moderna del certamen elevó la controversia y puso a la organización bajo escrutinio público. Horas después, Itsaragrisil emitió un comunicado que fue calificado como una “no disculpa” por enfocarse en aclarar que dijo “damage” (daño) y no “dumb” (tonta), sin reconocer el problema principal: la falta de respeto.
Ante la ola de críticas, Raúl Rocha Cantú, presidente de la organización Miss Universo, declaró que el comportamiento de Itsaragrisil fue “inaceptable” y que su rol en los eventos restantes será “restringido tanto como sea posible”.
Este choque expone tensiones internas sobre el trato de las participantes y la responsabilidad de sus líderes en un entorno global que se esfuerza por mostrarse como plataforma de empoderamiento femenino. Además, abre la discusión sobre el poder desigual y la profesionalidad dentro de la industria de los concursos de belleza.
El episodio en Bangkok pone una lupa sobre la imagen y valores que Miss Universo proyecta hoy y podría marcar un antes y un después en la gestión y comunicación que rodea al evento.


































