El Ministerio de Turismo de Montenegro ha impuesto una tasa turística mensual de 10 euros a empresas sin relación directa con el sector turístico, mientras las empresas que realmente operan en turismo no pagan esta tasa, que la asumen directamente los turistas mediante la tarifa de alojamiento.
Esta nueva carga financiera se añade a un complejo entramado impositivo que sufren los ciudadanos y empresas montenegrinas: impuesto sobre la renta, impuesto sobre ganancias, impuesto a la propiedad y, además, un prirez municipal que grava ese mismo impuesto, creando una doble imposición sobre un mismo pago.
El sistema fiscal de Montenegro tiene raíces históricas profundas, con registros desde 1523, pero hoy los contribuyentes enfrentan múltiples gravámenes recurrentes y en ocasiones arbitrarios. Por ejemplo, quien compra un inmueble paga el impuesto correspondiente, y el nuevo propietario vuelve a tributar al comprarlo, más los impuestos anuales de propiedad y los cargos si decide alquilarlo.
Además, en la capital Podgorica se aplican cargos sin sentido aparente, como una tasa por “pasar por espacio público” para los negocios que reciben clientes por las aceras, y cargos por contenedores que se pagan pero nunca se entregan. Esto provoca resentimiento en empresarios y ciudadanos.
Una denuncia común proviene de propietarios en zonas rurales, quienes han visto subir hasta casi el doble el impuesto sobre viviendas familiares ancestrales con décadas de antigüedad, debido a una supuesta renovación que en realidad fue solo pintura de fachada. La administración estatal no ofrece respuesta clara, atribuyendo errores a registros catastrales sin responsables identificables.
Algunos expertos y ciudadanos critican que esta política fiscal castiga la recuperación y mantenimiento de viviendas rurales, justo cuando las zonas del norte del país necesitan incentivos para evitar el despoblamiento. En países vecinos como Italia y Suiza, existen subsidios directos para revitalizar esas áreas, pero en Montenegro, el efecto es el contrario.
El Gobierno justifica estas medidas señalando que los impuestos financian la estructura administrativa y servicios públicos, pero los contribuyentes dudan sobre el retorno efectivo de esos fondos, especialmente con la constante ampliación de la burocracia estatal.
Las tasas sobre alcohol, tabaco, combustible y aranceles aduaneros continúan siendo una fuente sólida de ingresos, pero las nuevas cargas impositivas para empresas no relacionadas con turismo generan controversia y temor a sobrecargar la economía local.
En resumen, Montenegro sigue en un ciclo donde sus ciudadanos y empresas pagan múltiples impuestos y tasas, muchas veces por servicios que no sienten que reciben, mientras el sistema fiscal crece sin una administración clara que facilite explicaciones y soluciones justas.
“El mejor modo de enseñar a los hijos qué es el impuesto es comerse un tercio de su helado”, dice un viejo refrán, pero en Montenegro todo parece un abuso sistemático
