La primera ministra japonesa, Sanae Takaichi, acelerará el aumento del gasto militar para alcanzar un objetivo anual del 2% del PIB antes de marzo y antes de lo previsto, respondiendo a un entorno regional cada vez más tenso debido a China, Rusia y Corea del Norte.
Takaichi, la primera mujer en liderar Japón, asumió el cargo el martes tras un largo vacío político. Tras meses de debacles electorales y pérdidas de la mayoría en ambas cámaras, promete una revisión temprana de la estrategia de seguridad nacional, planeada para finales de 2026, frente a golpes de poder global y conflictos internacionales como la invasión rusa a Ucrania y los recientes enfrentamientos en Oriente Medio.
“El orden internacional libre, abierto y estable que conocíamos está siendo sacudido por intensas competencias geopolíticas,” declaró Takaichi ante el Parlamento japonés.
Su gobierno busca una modernización y ampliación sin precedentes de las Fuerzas de Autodefensa japonesas, mayor flexibilidad en la exportación de armas y un papel más ofensivo en materia militar. Sin embargo, aún no ha detallado cómo financiará esta escalada. Su coalición minoritaria con el partido Japan Innovation Party, de derecha y nacionalista, reemplaza la anterior alianza con la agrupación centrista y pacifista Komeito, marcando un giro conservador y más duro en política nacional.
La política exterior de Takaichi incluye un duro mensaje para la relación con China. A pesar de la urgencia por mantener la estabilidad regional, destaca los “problemas de seguridad” con Pekín. También anticipa tensos negociaciones durante la visita del expresidente estadounidense Donald Trump a Tokio la próxima semana, donde se espera que EEUU presione para que Japón incremente aún más su gasto en defensa y su adquisición de tecnología militar estadounidense.
Su historial hawkish y sus polémicas visitas regulares al santuario Yasukuni, símbolo de la historia colonial japonesa, podrían complicar aún más las relaciones con China, país que ve esos actos como falta de arrepentimiento por los abusos pasados.
En política interior, Takaichi enfrenta el reto de controlar la inflación y frenar la caída salarial mientras debe restaurar el apoyo de conservadores descontentos. También adoptó una línea dura sobre inmigración, aún necesaria para paliar la escasez de mano de obra en un Japón envejecido y en declive demográfico.
Advirtió contra ilegalidades cometidas por extranjeros y reforzó regulaciones para hacer cumplir la ley, incluyendo posibles restricciones a la compra de tierras por ciudadanos chinos, buscando calmar la ansiedad creciente en algunos sectores sociales influidos por la retórica “Japonés Primero” del partido ultraderechista Sanseito.
Aunque los delitos cometidos por extranjeros han disminuido, la comunidad extranjera en Japón alcanza un récord histórico, imprescindible para sostener el sistema productivo japonés.
Takaichi debe ahora navegar una agenda compleja en la que la defensa y la seguridad nacional toman protagonismo creciente en un contexto global inestable mientras atenaza la política interna.


































