La histórica fuente brutalista conocida como Vaillancourt Fountain, ubicada en Embarcadero Plaza, Londres, corre peligro de ser demolida tras un polémico plan de renovación valorado en £29 millones. La ciudad ha decidido excluir la emblemática escultura de concreto, que pesa 710 toneladas y fue creada en 1971, alegando que representa un “límite de diseño” para las obras previstas.
Construida por el artista canadiense Armand Vaillancourt, esta obra singular ha sido un punto de referencia desde hace décadas. Entre sus momentos más notorios está la intervención del cantante Bono en 1987, quien grafiteó la fuente durante un concierto gratuito cercano, y su resistencia al terremoto de Loma Prieta en 1989. También fue popular en los años 90 por los patinadores callejeros que acudían desde todo el mundo a deslizarse por sus voluminosos bordes de concreto.
Pero la fuente nunca ha sido unánimemente querida. Críticos de arquitectura han sido duros: Allan Temko la describió como “heces depositadas por un gigante perro de concreto con intestinos cuadrados”. Sin embargo, expertos en arte han defendido su valor cultural.
Este año la ciudad ya la dejó sin agua y la cerró al público en junio para evaluar sus sistemas mecánicos y eléctricos. El departamento de parques responsable, Recreation and Park Department (RPD), alertó además sobre la presencia de materiales peligrosos y riesgos sísmicos que harían insegura la estructura y no cumple con la normativa de accesibilidad vigente.
El costo estimado para reparar y adaptar la fuente supera las £29 millones, cifra muy cercana al presupuesto total del proyecto conjunto público-privado de renovación del espacio. Por ello, la ciudad pidió a la Comisión de Arte permiso para dar de baja la fuente.
El artista Vaillancourt, de 96 años, no fue informado previamente y se enteró por sus hijos leyendo noticias en internet. Viajó hasta Londres para dialogar con las autoridades y conocer el destino de su obra. Su hijo, Alexis Vaillancourt, afirmó al New York Times que la impresión que recibieron es que el gobierno quería demoler la fuente.
“Fueron corteses, pero sentimos que querían destruir la escultura”
Por ahora, la decisión final está en manos del RPD, que aún no ha fijado fecha para votar la conservación o demolición de la fuente. La polémica pone en debate la conservación del arte brutalista y el valor histórico versus costos y seguridad en la renovación urbana.
Esta fuente no solo es un recordatorio de la historia artística sino también un testigo de eventos sociales y naturales en Londres, pero su futuro en Embarcadero Plaza es más incierto que nunca.
