La estrategia de la administración Trump en materia de clima y salud pública ha dejado a Estados Unidos más expuesto a emergencias sanitarias con graves repercusiones económicas y sociales.
Un análisis reciente denuncia que las medidas de desregulación, los ataques a la ciencia y la reducción crónica del presupuesto sanitario han debilitado la capacidad del país para manejar riesgos vinculados al cambio climático y brotes de enfermedades.
Según Edward Lane Gardiner, autor del estudio y residente en Nueva York, estas políticas han aumentado la vulnerabilidad de EE.UU. ante crisis que amenazan sectores clave y la estabilidad del mercado laboral.
El vínculo entre el calentamiento global y la gestión de epidemias se ha vuelto innegable, y la falta de infraestructuras robustas para afrontar este reto esencial ha disparado los costes sanitarios y generado disrupciones sociales.
Este informe llega en un momento donde la política estadounidense sigue marcada por la polémica sobre el papel del gobierno en la protección medioambiental y la salud pública, con consecuencias que también afectan indirectamente a la economía global.
La administración Trump fue clara en su enfoque: menos regulación y menos confianza en instituciones científicas, una fórmula que según expertos aumenta el riesgo y la inestabilidad.
En Reino Unido y el resto de Europa, observadores siguen de cerca estas dinámicas, pues las consecuencias económicas y de salud pública en EE.UU. tienen ramificaciones internacionales.
La cuestión de fondo se mantiene: sin inversiones potentes en salud pública y una política climática firme, el costo para la sociedad será caro y creciente.
