En Ulcinj, Montenegro, un antiguo complejo industrial conocido como Solana se ha convertido en un oasis vital para más de 250 especies de aves, casi la mitad de las registradas en Europa. Este singular ecosistema, que acoge a más de 350 especies de aves en total, está transformando la narrativa sobre los espacios postindustriales y su papel frente a la crisis ecológica global.
La artista eslovena Maja Smrekar presenta en el Museo de Arte Contemporáneo de Montenegro la exposición “PiNK”, fruto de una residencia artística realizada este año en Solana. Su trabajo nace de la observación directa de los flamencos que habitan en los antiguos estanques salineros, un símbolo vivo de resiliencia y regeneración. Bajo condiciones que mezclan lo natural con lo posindustrial, estos flamencos filtran el agua contaminada y permiten que la vida renazca del barro.
Smrekar describe su experiencia: “Al llegar sentí que naturaleza e industria se fusionaban en un solo cuerpo. Los flamencos actuaban como barómetros y moderadores del ecosistema. Su firme equilibrio es un recordatorio de cómo la vida se adapta y crece en su entorno.”
Durante su residencia, la artista madrugaba para capturar el amanecer, cuando las aves están más activas. Caminaba kilómetros junto a su perro, observando el desfile ritual de flamencos, sus movimientos coordinados que ella calificó de “una coreografía de pensamiento colectivo”, y los sonidos que emergen solo cuando el ruido industrial cede su turno.
Solana no es solo un santuario natural, sino una lección sobre la capacidad de transformación. La artista insiste que este lugar no regresa a un estado original, sino que crea un nuevo ecosistema híbrido e imprevisible. “La regeneración es transformación, no restauración”, afirma.
El valor ecológico de Solana trasciende a las aves. Este espacio ofrece un laboratorio vivo donde la naturaleza y la tecnología negocian formas de coexistencia sostenibles. En un mundo marcado por la crisis climática, Solana muestra que los lugares abandonados tienen un potente potencial para convertirse en centros de vida y educación ambiental.
La comunidad local también comparte este vínculo emocional y práctico con Solana. Para ellos, es un patrimonio que alimentó económicamente familias en el pasado y hoy es un tesoro que requieren proteger frente a la acelerada transformación ambiental.
Smrekar defiende un papel activo de la creación artística en la lucha ecológica, no para resolver directamente los problemas, sino para cambiar la forma en que los entendemos. “La sostenibilidad no es dominio, sino equilibrio”, dice, tal como muestran los flamencos en su entorno recuperado.
En resumen, la Solana de Ulcinj es un ejemplo palpable de cómo la naturaleza puede colonizar espacios industriales obsoletos y transformarlos en biotopos esenciales para la biodiversidad europea, una señal de esperanza y alerta a la vez en tiempos de crisis ecológica.

































