Londres enfrenta una crisis profunda en crimen y vivienda mientras la política no consigue soluciones concretas.
Según Lawrence Newport, director de Looking For Growth, la capital británica ya no es la ciudad modelo que conocimos. La delincuencia está fuera de control: el último año el hurto en tiendas subió un 54% y el robo general un 41%. Londres concentra dos de cada cinco robos de móviles en Europa y se registra un incidente relacionado con arma blanca cada media hora. La mayoría quedan sin resolver, lo que alimenta la sensación de inseguridad.
En vivienda la situación es crítica. Un londinense promedio destina más del 44% de su salario neto al alquiler, frente al 33% hace dos décadas. Comprar casa se vuelve casi imposible; incluso el 10% más rico dedica más de cinco veces su ingreso anual a adquirir vivienda. La vivienda inalcanzable, el crimen récord y la escalada del coste de vida ponen a la ciudad al borde del colapso social y económico.
El gobierno de Labour prometió un cambio frente a los fallos anteriores de los conservadores, pero 18 meses después no hay mejora real. La construcción está estancada: en la primera mitad de 2025 apenas iniciaron 2.158 hogares privados, menos del 5% del objetivo del alcalde Sadiq Khan. Además, infraestructuras pendientes, como el Lower Thames Crossing, siguen sin arrancar tras más de 3.100 días desde que se anunció la ruta.
Newport denuncia que las reformas planteadas en el Planning and Infrastructure Bill han sido diluidas debido a la presión política. Por eso no se reducen ni precios energéticos ni inmobiliarios, y el país sigue sin construir lo que demanda, enterrado bajo burocracia y regulación ineficaz. “El declive es una elección política”, afirma, acusando a los políticos de indecisión e incompetencia.
El mensaje, sin embargo, no es solo de derrota. Newport reivindica el talento y creatividad que aún mantienen viva la ciudad, con startups y avances en inteligencia artificial, biotecnología y energías renovables. Pero ese talento no puede prosperar si no tienen acceso a hogares asequibles y seguridad.
Para revertir esta situación, Londres necesita menos trabas y más “permiso para construir”, pide Newport. Señala que la historia de Londres como capital global de innovación puede repetirse si Westminster libera a la ciudad de regulaciones que paralizan la iniciativa privada. “Tenemos capítulos por escribir en tecnología y ciencia, pero no con este statu quo”, concluye.
Mientras tanto, los londinenses sufren una ciudad fracturada: un sistema policial en crisis, vivienda inaccesible y costos que presionan su calidad de vida. La próxima elección y las decisiones del gobierno marcarán si Londres puede recuperar su antiguo esplendor o seguirá en caída libre.

































