El Reino Unido vigila con atención el avance de un plan internacional para desplegar una fuerza de paz en Gaza integrada principalmente por tropas árabes y musulmanas, un paso sin precedentes en el conflicto palestino-israelí. Esta “Fuerza Internacional de Estabilización”, impulsada desde Washington y con aportes previstos desde Egipto, Jordania, Emiratos Árabes Unidos, Catar y Azerbaiyán, se enfrenta a retos enormes sobre el terreno y en la política regional.
Expertos y diplomáticos advierten que estas tropas estarán atrapadas “entre la espada y la pared”. La experiencia de los cascos azules de Unifil en el sur del Líbano, que sufrieron ataques israelíes en los últimos dos años, sirve de advertencia. La gran pregunta es cómo reaccionarán soldados egipcios o jordanos si reciben fuego israelí, dado que ambos países mantienen tratados de paz con Israel pero sus soldados y poblaciones suelen ser hostiles a la ocupación israelí.
En mayo de 2024, la situación empeoró tras un choque armado en Rafah en el que murieron dos soldados egipcios a manos de Israel. Este episodio encendió las alarmas sobre la viabilidad de la misión.
El factor político también es complejo. Para asegurar la legitimidad ante los palestinos, la fuerza debe operar bajo un mandato claro de la ONU y no parecer un instrumento israelí. Por eso Egipto presiona para que participe una misión respaldada por el Consejo de Seguridad. Aparentemente, una resolución podría conseguirse gracias a que numerosos países árabes y musulmanes piden la intervención, complicando posibles vetos de Rusia o China.
El Reino Unido, aunque no es protagonista directo en el despliegue, sigue muy de cerca porque el plan internacional puede alterar el equilibrio en Oriente Medio y pone en cuestión el futuro del proceso de paz. Su rol estará en parte diplomático, apoyando acuerdos en la ONU y asegurando que la misión respete los estándares internacionales.
Washington, principal promotor del plan, ha dejado claro que no enviará tropas combatientes a Gaza pero sí despliega 200 militares en Israel para vigilar el alto el fuego, mientras intenta que los países del Golfo financien la reconstrucción y el coste de los operativos de mantenimiento de la paz.
El futuro gobierno de Gaza también genera incertidumbre. El ex presidente estadounidense Donald Trump presentó un plan que excluye a Hamas del poder y plantea un comité de tecnócratas palestinos supervisado por él mismo, una propuesta rechazable para muchos en la región debido a las tensiones internas y la influencia resistente de Hamas, que sigue fuerte en Gaza.
“La fuerza árabe podría ser bastante benigna al definir quién es combatiente de Hamas”, dijo Michael O’Hanlon, del Brookings Institution
Analistas advierten que si el despliegue intenta acomodar a Hamas o actúa sin respaldo local, podría provocar un choque fuerte con Israel y agravar el conflicto. La misión se asemejaría a Unifil en Líbano, que lleva décadas en terreno delicado, pero la realidad en Gaza es “diez veces más difícil”, dijo Ian Martin, veterano de operaciones de paz de la ONU.
El Reino Unido se encuentra en una encrucijada: apoyar una iniciativa de estabilización que busca frenar la violencia o arriesgar tensiones diplomáticas en una región volátil. La misión está todavía en fase de planificación y podría tardar meses en desplegarse, pero ya muestra la compleja red de intereses que Londres sigue de cerca para controlar el impacto en Oriente Medio.
