El Reino Unido prepara una reforma profunda de su sistema migratorio, inspirada en las estrictas políticas de Dinamarca, uno de los modelos más duros de Europa en control fronterizo y asilo.
La ministra del Interior, Shabana Mahmood, envió a sus equipos a Dinamarca el mes pasado para estudiar sus métodos. Ya prepara un anuncio para esta misma semana con cambios que incluyen restricciones en reuniones familiares y limitar el estatus de ciertos refugiados a estancias temporales.
Este anuncio llega tras meses de presión por el aumento de cruces clandestinos por el Canal de la Mancha. El último incidente que ha puesto en jaque al Gobierno fue la doble entrada de un migrante iraní, deportado a Francia y que logró regresar para ser devuelto nuevamente el pasado 18 de octubre. El Ejecutivo defiende que su detección en frontera prueba que el sistema funciona, aunque la oposición denuncia “caos total”.
Entre los diputados laboristas hay división. Algunos, sobre todo de distritos llamados “red wall”, vulnerables a la oposición de Reform UK, quieren medidas aún más duras en línea con Dinamarca. Otros, como la diputada socialista Nadia Whittome, rechazan la influencia danesa, calificándola de “políticas de ultraderecha” que alejarían al partido de su base.
“Son políticas de la extrema derecha, y nadie quiere un gobierno laborista que se acerque a eso”, afirmó Whittome.
En cambio, el diputado Gareth Snell defiende revisar modelos externos para conseguir “justicia” y restaurar la confianza de sus electores en un sistema que consideran roto. “Vale la pena explorar prácticas efectivas de nuestros partidos hermanos para soluciones prácticas”, dijo en Today, la radio oficial británica.
El enfoque de Mahmood es doble: poner disuasivos firmes contra entradas no autorizadas y facilitar las expulsiones de quienes no tengan derecho a quedarse en Reino Unido.
La reforma se presentará esta semana, en un contexto político en el que la gestión migratoria se ha convertido en uno de los principales desafíos del Gobierno laborista, y donde el debate interno refleja la tensión entre endurecer las políticas para recuperar votantes y no perder a la izquierda del partido.


































