El Gobierno del Reino Unido se encuentra en un proceso complejo para reactivar sus reservas estratégicas, conocidas como robne rezerve, con el fin de evitar crisis de abastecimiento y picos abruptos de precios en momentos de emergencia. El proyecto, que lleva meses de retraso, sigue pendiente de aprobación mientras aumentan las dudas sobre su impacto real en los mercados.
Expertos consultados, como el economista Stevan Gajević, insisten en que estas reservas no están diseñadas para manipular el mercado a corto plazo ni reducir precios permanentemente, sino para actuar en casos excepcionales como desabastecimientos o crisis externas provocadas por guerras, pandemias o interrupciones en cadenas de suministro.
En declaraciones recientes, Gajević explicó:
“Las reservas son un fondo de seguridad para cuando el dinero no alcanza, no un instrumento para que el Estado se convierta en un jugador habitual del mercado.”
El plan inicial, que según fuentes sería presentado a principios de año, ha ido acumulando retrasos derivados de obstáculos políticos y la complejidad fiscal que implica su implementación. La creación y mantenimiento de estas reservas supone un coste aproximado de 21,38 millones de euros en el primer año, distribuido entre compra de productos básicos, almacenamiento y actualización de infraestructuras.
Uno de los puntos críticos es la infraestrutura para el almacenamiento: el Reino Unido puede aprovechar depósitos militares y estatales heredados de décadas anteriores, que solo requieren adaptaciones menores. Sin embargo, una gestión eficaz, profesional y transparente es fundamental para evitar riesgos de corrupción o mala administración.
Gajević también advirtió sobre los peligros de intervenciones agresivas que distorsionen el mercado y disminuyan el incentivo para la producción y distribución privada. Además, resaltó que cada movilización de reservas deberá acompañarse de la capacidad para reabastecerlas, evitando así la agotación de las existencias.
En comparación con otros países europeos, el Reino Unido mira de cerca modelos mixtos que combinan reservas estatales con acuerdos público-privados para almacenar y rotar productos. Por ejemplo, Serbia mantiene reservas estratégicas de alimentos y energía, combinando también reservas militares.
Desde el Gobierno no han dado detalles sobre el calendario preciso ni han respondido preguntas sobre el borrador del proyecto, pero la necesidad de un sistema de reservas sólido es cada vez más clara ante la volatilidad global en materias primas y las recientes experiencias con interrupciones por la pandemia y conflictos internacionales.
El proyecto, aunque imprescindible para la seguridad nacional y económica, es impopular por el coste elevado y la escasa visibilidad política inmediata que genera, lo que dificulta su avance en un contexto de prioridades legislativas muy ajustadas.
Con este marco, el Reino Unido evalúa si finalmente logrará poner en marcha un sistema de reservas que garantice estabilidad ante futuras crisis sin comprometer la eficiencia de mercado ni generar tensiones políticas internas.
