Este domingo 2 de noviembre, la mayoría de EE.UU. volvió al horario estándar tras atrasar los relojes una hora a las 2AM, marcando el fin del horario de verano. Pero el cambio revive una vieja polémica que vuelve a calentar fuego en Washington: ¿debería la nación eliminar la costumbre del cambio de hora?
El sistema actual, vigente desde la Ley de Tiempo Uniforme de 1966, obliga a que los relojes avancen en marzo y retrocedan en noviembre. El motivo original era ahorrar energía y aprovechar mejor la luz del día en verano. Pero hoy, médicos y expertos cuestionan esos beneficios, apuntando a los daños a la salud, como trastornos del sueño, picos en ataques cardíacos y accidentes de tráfico vinculados al cambio brusco.
El debate político toma fuerza con el respaldo de Donald Trump y aliados. En un anuncio reciente, el expresidente prometió llevar al Congreso la propuesta para detener el cambio de hora o eliminar el horario de verano de forma permanente. La cuestión es cuál horario adoptar: estándar, que protege los ritmos biológicos con amaneceres más tempranos en invierno, o permanente de verano, que mantiene más luz al final del día.
En 2022, el Senado estadounidense aprobó un proyecto bipartidista para instaurar el horario de verano fijo, pero se quedó atascado en la Cámara de Representantes. La división no es solo política, sino también científica y social. Algunos expertos en salud prefieren el horario estándar fijo, mientras que el público en general suele apoyar el horario de verano permanente por ganar horas de luz en la tarde.
Aunque varios estados han tomado medidas para evitar el cambio de hora, la ley federal impide que lo apliquen sin permiso del Congreso. La reciente vuelta al horario estándar reabre este debate justo cuando surgen propuestas de reforma impulsadas por figuras con peso político. Pero cualquier cambio nacional requerirá negociación cuidadosa para resolver esas diferencias y definir un estándar que funcione para todo el país.
Por ahora, el traslado de hora seguirá siendo un ritual anual, con consecuencias visibles para trabajadores, escuelas y el transporte que deben adaptarse a días más cortos y noches más largas. El reloj marca más que la hora: refleja un conflicto entre tradición, ciencia y preferencias populares que EE.UU. está obligado a resolver pronto.


































