La demolición parcial del Ala Este de la Casa Blanca arrancó el 20 de octubre de 2025 para dar paso a un nuevo salón de baile valorado en £186 millones, un proyecto que el presidente Donald Trump prometió inicialmente que no afectaría al edificio original.
El trabajo comenzó con maquinaria pesada destruyendo paredes y ventanas de la estructura centenaria construida en 1902 y renovada por última vez en 1942. Fotografías muestran excavadoras arrancando la fachada de mármol, generando polémica y críticas públicas. El excongresista Joe Walsh calificó la obra como “una profanación total”.
En julio de 2025, Trump aseguró que el nuevo salón “no interferiría con el edificio actual” y que respetaría la historia del lugar. Sin embargo, el 20 de octubre, en un acto público, confirmó la demolición:
“Tenemos mucha construcción en marcha, empezó hoy”
La Comisión Nacional de Planificación del Capital (NCPC), encargada de supervisar edificios federales, aclaró que no tenía jurisdicción sobre la demolición, sólo sobre nuevas construcciones verticales. El presidente de la NCPC, Will Scharf, remarcó esta limitación. Mientras tanto, la Secretaria de Prensa de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, dijo anteriormente que “nada sería demolido”, declaración que ya fue desmentida por los hechos.
El contratista principal no ha sido revelado, pero la empresa Carrier Global Corp. confirmó haber donado un sistema de climatización de última generación para el salón, que permitirá un espacio moderno y energéticamente eficiente. Según Trump, el proyecto, que costará £186 millones ($250 millones), será financiado íntegramente con fondos privados suyos y de donantes.
Trump describe el nuevo salón como un “legado presidencial” y apunta que es el sueño pendiente de mandatarios por más de 150 años. Inspirado en la gran sala de baile de su resort en Mar-a-Lago (Florida), prometió un diseño elegante con paredes de cristal panorámicas frente al Monumento a Washington, capacidad para 999 invitados y tecnología de seguridad avanzada.
Las obras comenzaron en septiembre de 2025 y la culminación está prevista antes de que acabe el mandato presidencial de Trump en enero de 2029. Mientras algunos ven la construcción como una modernización necesaria, especialistas en patrimonio y grupos conservacionistas piden una revisión en el Congreso por la falta de transparencia y respeto hacia un símbolo histórico estadounidense.
Los críticos temen que el salón borre parte de la historia arquitectónica y se convierta en una muestra de ostentación personal más que en una mejora funcional o cultural para el emblemático edificio.
