Estados Unidos ha intensificado la presencia militar en el Caribe, desplegando buques y aviones de guerra cerca de las costas venezolanas. La tensión crece entre Caracas y Washington por el posible aumento de presiones militares sobre el país vecino.
El despliegue ha sido justificado por el gobierno estadounidense como parte de una operación contra el narcotráfico, pero sectores opositores de Venezuela y analistas regionales no descartan que se use como presión para desestabilizar al régimen de Nicolás Maduro.
Expertos consultados advierten que una posible intervención militar estadounidense no solo sería un error estratégico, sino que pondría en grave riesgo la estabilidad política y social de Venezuela. Según Ramsey del Atlantic Council, “nunca en la historia una intervención militar ha resuelto una crisis migratoria; al contrario, suele aumentar el número de desplazados y agravar las violaciones a los derechos humanos”.
La crisis venezolana tiene hoy una dimensión regional, especialmente para Colombia, que comparte frontera terrestre y marítima con Venezuela y recibe a millones de migrantes venezolanos. Un conflicto militar directo elevaría la presión migratoria y tensionaría la seguridad en ambos países.
Analistas señalan que el despliegue militar responde más a una “Estrategia Karpov”, una maniobra de presión constante de Estados Unidos para forzar concesiones del gobierno Maduro sin llegar a la confrontación directa. Esta estrategia busca desgastar al régimen dentro de un escenario incierto que termine en negociaciones políticas.
La lectura política sugiere que el gobierno de Donald Trump mantiene un patrón en su política exterior basado en crear tensiones para luego ofrecer salidas favorables a sus intereses, enfatizan fuentes diplomáticas consultadas.
Desde Colombia, donde el tema es seguido de cerca por la inestabilidad en la frontera, se ha insistido en que la solución a la crisis venezolana pasa por la vía diplomática y no por la acción bélica. Fuentes oficiales recuerdan que cualquier escalada militar solo agravaría la crisis humanitaria y desestabilizaría toda la región caribeña.
En resumen, el aumento de la presencia militar estadounidense frente a Venezuela en 2025 mantiene en alerta a la región, pero una intervención armada pondría en riesgo miles de vidas y profundizaría la crisis política y social. La opción viable aún parece ser la presión diplomática y la negociación para encontrar un rumbo pacífico para Venezuela y sus vecinos.


































